|
El gran problema que estigmatiza y crea mitos acerca de las personas con discapacidad auditiva es el planteamiento de enfoques rígidos a partir de la óptica
de la persona sin discapacidad y las mismas asociaciones de "sordos", suponiendo
erróneamente que los sujetos con sordera constituyen un grupo poblacional
relativamente homogéneo, sin tener en cuenta las diferencias individuales
en cuanto al grado y tipo de pérdida auditiva, edad de aparición
de la misma, época de ingreso a la educación y modalidad de la
misma, medio social y económico del que proviene, características
cognitivas, ocupacionales, comunicativas, emocionales y sociales, entre
otras variables.
Pensar que el individuo con sordera no se diferencia de cualquier otro,
salvo por el hecho de que no oye bien, significa simplificar al máximo el
problema. Pero considerarlo como un ser ajeno a nuestro mundo, menos inteligente
que los llamados "normo - oyentes", con un desnivel cognitivo de entrada, reduce
la percepción a lo mismo. La sordera en sí no es la causa de
la problemática. Tampoco su capacidad intelectual o su potencialidad
lingüística. Más bien, son los obstáculos derivados
de la ignorancia o incompetencia de los padres, familia, medio social y educativo para favorecer el adecuado desarrollo del niño, los que generan consecuencias
en su evolución cognitiva, cognoscitiva, afectiva, social y comunicativa. |